Pregón
Fiestas Peñaullán 2003
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FIESTAS DE SAN FABIAN Y SAN SEBASTIAN 2003
(Peñaullán, 1 de agosto de 2003)
Pregón de la Presidenta de la Junta General del Principado de Asturias
Mª Jesús Álvarez González
La Comisión de Festejos de Peñaullán ha depositado en mi la responsabilidad de pregonar las fiestas de san Fabián 2003, las fiestas del pueblo donde nací, o por mejor decir donde me nacieron, y donde viví los primeros años de mi vida.
No voy a ocultar que para mí supone un honor inesperado e inmerecido porque ser la pregonera de las fiestas es asumir un hermoso papel que consiste en invitar a todos a sumarse a la fiesta, al jolgorio, a participar del programa de festejos que con tanto cariño y con tanto esfuerzo, los responsables de la asociación han elaborado durante meses y que en un instante, con el estruendo del "chupinazo", van a comenzar.
Ojeo el programa y me percato que no falta de nada: habrá verbenas amenizadas por las mejores orquestas; juegos para los más pequeños; homenaje a los más veteranos a los que se nombrará "Paisano" y "Paisana" del año; música moderna, canción asturiana; deportes tradicionales y el clásico partido de fútbol "solteros-casados" que promete ser de alto riesgo; el domingo - Día Grande - tras la Misa solemne y cantada, la procesión recorrerá el pueblo a los sones de la Banda de Corvera y por la tarde tendrá lugar el reparto del "bollu preñau"; y ahora, en breves instantes, la paella que con tan buena mano prepara Botón -conocido y afamado cocinero aquende y allende nuestras fronteras - se convertirá en la protagonista del III Festival del Arroz que constituye, sin duda, uno de los aciertos de estas recuperadas fiestas de San Fabián que fueron, hace no muchos años, y no exagero, las mejores y más animadas fiestas de la comarca.
Peñaullán es una localidad afamada desde siempre, por sus gentes, por sus tierras, por esa fértil vega bañada por el Nalón, o quizá debiera decir por el Nalón-Narcea, porque tras la confluencia de ambos ríos muy cerca de aquí, en Forcinas, los cauces de estas dos corrientes fluviales recorren unidos los últimos kilómetros antes de fundirse en el mar y conforman la ría de Pravia, uno de los espacios con más personalidad de esta comunidad nuestra tan variada y plural en la realidad, como la percibió y la describió Ortega en "El Espectador" a principios del siglo pasado.
Nalón y Narcea, la cuenca fluvial más importante de la cornisa cantábrica, han esculpido este territorio definido por la planitud de la "veiga" que contrasta con la elevación abrupta de ese verdadero "accidente geográfico" que es el Mirabeche, vigía incansable de las profundidades de un río que remansa sus aguas y se abraza a la fértil "veiga" sembrada de maíz y fabas para, morosamente, enfrentar su destino cantábrico, tan próximo ya.
El Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico editado por Pascual Madoz en 1845 nos acerca a la realidad del Peñaullán de la época. Dice así:
"PEÑAULLAN: lugar en la provincia de Oviedo, ayuntamiento y feligresía de San Andrés de Pravia. SITUADO a la derecha del río Nalón y en las faldas del Virabeche. Es muy frío el CLIMA por la proximidad de dicho río y porque en su mayor parte el pueblo se halla privado de sol durante los meses mas rigosos del invierno. Tiene una fértil y extensa vega que forma una especie de semicírculo. SU TERRENO fuerte y tenaz. PRODUCCION: mucho maíz, habas, trigo, patatas, lino, algún cáñamo, otros frutos y varias clases de fruta. Hay sobre el río una barquería que da paso para Avilés. POBLACION: 88 vecinos, 364 almas."
Pero el territorio no se agota en si mismo. Es también el espacio en el que se desarrolla la historia. Y la de Peñaullán se pierde en la noche de los tiempos. El mayor y más estudiado vestigio de la época castreña y de los primeros años de la romanización de nuestro concejo es el castro de Doñapaya, también denominado castillo de Doña Urraca, y está en Peñaullán, muy cerca de aquí, en la zona conocida como "el Castro".
Los estudios de los últimos años nos permiten valorar en toda su plenitud este emplazamiento, bastión rotundo de muros imponentes, vigía permanente y protector de un río que era, a un tiempo, vía de penetración de peligros inciertos llegados de la mano de invasores venidos del norte, y cauce que permitía dar salida al oro arrancado en las explotaciones mineras del occidente astur. La importancia de los ríos en la configuración territorial no se nos alcanza en la actualidad porque las nuevas infraestructuras permiten salvarlos de forma relativamente sencilla, pero antiguamente condicionaban de forma drástica la relación y la comunicación de los territorios. El que fue Consejero de Cultura, mi buen amigo Manuel Fernández de la Cera dice, con razón, que los ríos separan y las montañas unen, aunque a priori se nos antoje al revés.
Pero cuando hablaba de los orígenes remotos de Peñaullán no me refería a este pasado de la época castreña y a la importancia que tuvo en época romana, sino que estaba recordando lo que sobre la etimología de Peñaullán se recoge en una de las fuentes historiográficas fundamentales para los eruditos y estudiosos: "Asturias " de Bellmunt y Canella. Reproduzco literalmente el texto que analiza el origen y el significado del topónimo "Peñaullán" desde el punto de vista etimológico:
"Más interesante si se quiere es la etimología de Peñaullán (...) . Cuentan que estuvo en Asturias... ¿quién dirían ustedes? Pues...¡Noé!, el mismísimo Noé, cuando vino a ver a su nieto Túbal a España; que por no perder el tiempo fundó a "Noega", que después se llamó "Navia"; y en prueba de que Noé y sus descendientes fueron los primeros pobladores de Asturias se dice que de la lengua hebrea, que estos hablaron, nos queda entre otras palabras Peña-Ullán. Ulan que significa bóveda cóncava, como lo es la peña de donde el pueblo de Peñaullán toma su nombre".
Si no deja de ser interesante esta interpretación del origen de Peñaullán atendiendo a la etimología del término, lo es todavía más la descripción que el polígrafo Mario Roso de Luna incluye en su libro "El Tesoro de los lagos de Somiedo". Recoge el autor las peripecias de un viaje fantástico al corazón de la Asturias mágica, de la Asturias sagrada y mítica por excelencia. Un relato a mitad de camino entre el ocultismo semigeográfico, seminovelesco y el relato de aventuras que, sin embargo, tiene mucho de real y que nos traslada al Peñaullán del siglo pasado:
"Siempre recordaré con grata emoción aquella tarde fresca y nebulosa del mes de junio en que salimos a pie de Pravia para dirigirnos a la frontera Peña Aúllan, atravesando el enorme puente de hierro de más de cuatrocientos metros que separa entrambos pueblos.
La roca de Peña Aúllan es un picacho tajado que vuela sobre las aguas del río: negro y sucio allí, cual el Aqueronte mitológico; lastimero en el rodar y chocar de sus aguas contra las rocas, como el Cocito; (...) pavoroso con aquella su enorme tabla de agua, como la laguna Estigia, por la que juraran hasta los dioses mismos. Desde su altura de más de cuarenta metros, es fama que despeñaban y ahogaban a los condenados a muerte, víctimas quizá de la venganza de algún señor feudal como aquel maldito Conde de la Nava en Tiraña, que despeñaba, según la tradición, a cuantas jóvenes se resistían a sus lúbricos instintos. Los espectros de los sacrificados vagaban luego por aquellos alrededores gruñendo como osos o aullando como lobos hasta que se les decían los necesarios sufragios reparadores en la ermita románica de más arriba de la peña siniestra, ermitita que, como tantas otras, no ha podido resistir los estragos del tiempo aunados con las devastaciones de los hombres."
Y continúa Roso de Luna describiendo la Quinta de las Rosas que sitúa en la localidad de Peñaullán y que es un lugar encantador y encantado, "que-dice textualmente- en todo tiempo tenía rosales floridos", seguramente irreal, fantástico pero, sin duda, inspirado en el caserío de la localidad que aúna y conserva tradicionales casa de labranza con palacios del siglo XVIII- la Casa de Morán- y con palacetes modernistas y ejemplos de arquitectura de indianos.
Porque al igual que el Peñaullán que describe Roso de Luna, el actual, mantiene y guarda intacto su caserío y, en su entorno, multicolor sinfonía de rosales, hortensias, geranios, claveles y todo tipo de flores y plantas que denotan el cuidado de los vecinos y que muy bien podrían seguir inspirando relatos mágicos o reales por su belleza y equilibrio.
Peñaullán no es sólo sus calles, sus casas, "la pista", el Mirabeche o "la veiga". Es, sobre todo, sus gentes. El paisaje y el paisanaje. Hombres y mujeres que generación tras generación cultivan sus tierras y cosechan - digámoslo ahora, que no nos oyen los de Los Cabos_ las mejores "fabas" del mundo. Ribereños que entienden y hablan el lenguaje del río. Es pueblo industrioso e industrial que compagina los oficios antiguos y las tradiciones, con la mejor innovación.
Y hoy que empiezan las fiestas del 2003, las fiestas de los mártires San Fabián y San Sebastián, es momento para felicitar a los vecinos de Peñaullán que tanta historia y leyenda atesoran y de recordar aquella tradicional copla que reza así:
"San Fabián y San Sebastián
que de Cristo fuisteis pajes
libradnos de estos salvajes
que vienen a Peñaullán"
Muchas gracias por vuestra atención y felices fiestas.
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